Saturday, November 30, 2013

Extractos de Líderes de la Iglesia y Otros Documentos



Extractos de Líderes de la Iglesia y Otros Documentos

Nuestra dignidad común como seres humanos nos invita a respetar al prójimo, sin importar su estatus o posición social. El amor preferencial al pobre y al marginado es símbolo real de una identidad Cristiana. MOST REV. Robert N. Lynch, Obispo de San Petesburgo, Fla.,

“La Historia Humana detrás del INS ROUNDUP” Orígenes: 26:16 (Octubre 3, 1996): p. 245.

En el Antiguo Testamento, el Torah nos enseña que los extraños y vagabundos en general, por estar expuestos a todo tipo de peligro, merecen un trato especial de aquellos que creen en ellos. Asimismo, Dios de manera clara y continua pide hospitalidad y generosidad a los extraños . . ., recordando al pueblo de Israel lo precario que alguna vez fue en su existencia. —Juan Pablo II, “Desarrollando trato especial por los desamparados”. Orígenes 26:30 (Enero 16, 1997): p . 495.

Esta atmósfera de bienvenida es cada vez más necesaria al enfrentarse a las diversas formas en las que actualmente nos distanciamos unos de otros. Esto se experimenta de manera evidente en el problema de millones de refugiados y exiliados, en el fenómeno de intolerancia racial así como en la intolerancia hacia aquellas personas en las que su única “culpa” es la de estar buscando un trabajo y una mejor condición de vida fuera de su propio país, y en el temor de todos aquellos que son diferentes y por lo tanto, vistos como una amenaza. —Juan Pablo II, “Bienvenidos los Pobres: Reinando la Esperanza”. Orígenes 27:36 (Febrero 26, 1998): p. 605.

Debemos siempre procurar dar una generosa bienvenida al prójimo, lo que es a su vez un deber de solidaridad humana y caridad Católica... [El prójimo debe] ser bienvenido amorosamente como hermano, con ejemplos de honradez de vida en la que se demuestre la verdadera y auténtica caridad Católica y los más altos valores espirituales. —Pablo VI, Populorum Progressio: En el Desarrollo de la Gente (Marzo 26, 1967). p. 67.

Con el objetivo de construir una civilización de amor, hay que hacer efectivo el diálogo entre culturas para así lograr superar el egoísimo etnocéntrico y hacer posible la combinación de preocuparse por la identidad de uno mismo con el entendimiento hacia el prójimo y el respeto a la diversidad. —Juan Pablo II, Día Mundial del Mensaje de Paz, Enero 1, 2001

El diálogo conduce al reconocimiento de la diversidad y abre la mente hacia una aceptación mútua y hacia una auténtica colaboración exigida por la básica vocación humana de la familia a la unidad. —Juan Pablo II, Día Mundial del Mensaje de Paz, Enero 1, 2001

Cada ser humano tiene derecho de libertad de movimiento y de residencia, dentro de los confines de su propio estado. Cuando existen razones justas a favor de éste, le debe ser permitido emigrar hacia otros países y a residir ahí. El hecho de que sea ciudadano de un país en particular no lo priva de ser miembro de la familia humana, ni tampoco de ser ciudadano de la sociedad universal, la simple-comunidad mundial del hombre. —Juan Pablo II, Ubicación del Nuevo Congreso Mundial sobre el Cuidado Pastoral por los Inmigrantes (Octubre 17, 1985)

La gente local, especialmente la autoridad pública, debería tratar a los inmigrantes no como meras herramientas de producción, sino como personas, y debería ayudarles a hacer que sus familiares vivan con ellos y a hacer que reciban un salario digno para vivir decentemente. —Segundo Consejo Vaticano, Gaudium et Spes: Constitución Pastoral en la Iglesia (Diciembre 7, 1965), no. 66 (Los Documentos del Vaticano II, ed.Walter M. Abbott, SJ [Chicago: Follett Publishing Co., 1966]).

Toda la gente tiene el derecho de vida y de asegurar las necesidades básicas de la vida (ejem.: alimento, vestimenta, vivienda, educación, salud, seguridad ambiental y económica). —Marco Católico para una Vida Económica, Declaración de los Obispos Católicos de E.U.A.

La Iglesia tiene el derecho, y sobre todo la tarea de proclamar justicia social, nacional e internacional, así como de denunciar casos de injusticia, cuando los derechos fundamentales del hombre y de su propia supervivencia así lo exijan. La Iglesia . . . tiene una responsabilidad adecuada y específica, la cual se identifica a través de su misión de dar ante el mundo, testimonio de la necesidad de amor y justicia contenido en el mensaje evangélico, un testimonio a llevarse a cabo en instituciones eclesiásticas y en las vidas de los Cristianos. —Justicia en el Mundo, Declaración del Sínodo Mundial de Obispos Católicos (Noviembre 30, 1971), no. 36 (Consejo Vaticano II: Más Documentos Post-Conciliares, ed. Austin Flannery, OP [Northport, N.Y.: Costello Publishing Co., 1982]).


Cortesía de los Obispos Americanos !

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